Para algunas madres, escribir es el mejor cuidado personal durante la pandemia

En este momento -en medio de una pandemia, en medio de un levantamiento global por la justicia racial, en vidas hogareñas que se sienten caóticas y abrumadoras- el espacio se siente como un lujo.

El espacio significa estar solo. En cualquier lugar. En la ducha. En el baño. En el coche de camino al supermercado. En cualquier lugar en el que podamos estar donde no estén las personas de nuestra casa.

Pero al profundizar en esa idea del espacio que anhelamos, no es sólo el espacio físico lo que queremos. Va mucho más allá de estar solos. Necesitamos una habitación propia. Necesitamos encontrar consuelo en un momento de paz, lejos de la confusión de la logística que pasa por nuestra cabeza. Lejos de esa nube creciente de preocupaciones por todo lo que tenemos que hacer en el trabajo, mientras gestionamos el aprendizaje virtual de nuestros hijos y nos sentimos cada vez más tristes y preocupados por el estado de nuestro mundo.

Necesitamos salir de esa espiral. Pero también necesitamos el espacio mental para hacerlo. A lo largo de toda esta pandemia -y, si somos sinceros, a lo largo de nuestro viaje de paternidad- hemos intentado averiguar cómo hacerlo.

Sin embargo, como madres, existen aún más barreras para encontrar esa habitación propia. Como muestra el reciente artículo de Maressa Brown, la carga mental de las madres comienza incluso antes de concebir a nuestros hijos. Desde la planificación familiar y las preocupaciones sobre la fertilidad y el embarazo, pasando por los años del bebé y el niño pequeño, hasta el momento en que nuestros hijos crecen y se independizan, esa carga nunca se aligera. Más bien, se hace más pesada a medida que nuestros hijos crecen.

Esa carga es aún más pesada para las madres que soportan el peso del racismo o de la pobreza o de la homofobia, además de la expectativa, ya de por sí sexuada, del padre de guardia. Desde el momento en que piensa en tener un hijo, una madre negra no sólo debe pensar en todo lo que supone satisfacer las necesidades de un bebé, sino también en el peso histórico de preparar a su hijo para un mundo diseñado para oprimirlo.

Para ser lo que sentimos que tenemos que ser, tanto para nuestros hijos como para el mundo, necesitamos un reenfoque radical hacia adentro. Tenemos que entender la presión que tenemos sobre nuestros hombros y canalizarla hacia la acción. Aquí es donde entra en juego el autocuidado.

"Cuidar de mí mismo no es un acto de autocomplacencia", escribió una vez la activista por los derechos civiles y escritora Audre Lorde. "Es autopreservación, y eso es un acto de guerra política".

Este concepto de cuidar primero de nosotras mismas, especialmente como madres -y aún más como madres de grupos marginados- es revolucionario. Este momento concreto exige un autocuidado revolucionario, que adopta la forma de un cuidado colectivo.

"El cuidado colectivo", como describen Rushdia Mehreen y David Gray-Donald en Briarpatch, "se refiere a ver el bienestar de los miembros -especialmente su salud emocional- como una responsabilidad compartida del grupo, en lugar de la tarea solitaria de un individuo".

Para nosotras, como escritoras, canalizamos este acto radical de autocuidado a través de nuestra creatividad. Reconocemos que nuestras funciones maternas nos ofrecen la oportunidad de ser creativas, incluso en medio de la distracción. Y reconocemos además que crear un espacio para el cuidado colectivo es primordial para que esa creatividad se produzca, incluso en medio del caos.

Para nosotros, escribir no es sólo trabajo o creatividad. Es la forma en que reflexionamos y damos sentido al mundo. Desde los primeros días que pasamos escribiendo en un diario, es la forma en que los escritores adultos organizamos nuestros pensamientos y establecemos una conexión entre nosotros y el mundo exterior.

La escritura es también la forma en que damos sentido a nuestras propias vidas en casa. Es la forma de sobrellevar las interminables horas de encierro forzado con las personas que se supone que amamos más que a ninguna otra, pero que en realidad nos vuelven más locos que nadie. Los amamos profundamente. Pero necesitamos desesperadamente un espacio con ellos.

Escribiendo es como afrontamos la pérdida de los embarazos que tanto deseábamos. Y cómo sobrevivimos finalmente a esos primeros días de recién nacido, llenos de nubes y aislamiento. A medida que nuestros hijos crecían, la escritura es la forma en que gestionamos la escuela y los amigos, las graduaciones y las carreras. Es la forma en que seguimos gestionando el regreso de los hijos mayores a casa con sus propios bebés.

Hemos creado intencionadamente un espacio para que las madres puedan crear y reflexionar. Un espacio para que las madres como nosotras nos sentemos con nuestro dolor de este momento histórico.

Debido a una necesidad sin precedentes de estar con otras madres, especialmente con aquellas que se mueven y ven el mundo como nosotras, creamos algo que no habíamos visto en ningún otro sitio. Algo que sentíamos que necesitábamos desesperadamente. Creamos Scribente Maternum. Creamos un espacio en el que todas las que se identifican como madres creativas pueden unirse con el propósito de un cuidado colectivo radical. Porque, más que nunca, necesitamos aprovechar la fuerza de otras personas en el rol maternal. No sólo para restaurarnos a nosotras mismas y encontrar el espacio propio, sino también para abrir la puerta a todas las madres que nos rodean.

Elizabeth Doerr, Rachel Berg Scherer y Carla Du Pree son escritoras y cofundadoras de Scribente Maternum, una comunidad de madres escritoras. Únete a ellas en un debate el viernes 12 de marzo conJulia Dennison -directora de contenido digital de la marca Parents- sobre cómo presentar y escribir para Parents.com, y en un retiro virtual de medio día cerca del Día de la Madre. Síguelos enInstagram y obtén más información e inscríbete en los próximos eventos en su sitio web. Scribente Maternum es una comunidad para cualquier escritor maternal, independientemente de su género o rol.

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